La ciudad de Washington D.C. se está preparando para un evento que promete ser tan monumental como controvertido: la investidura del expresidente Donald Trump. Con una combinación de factores de riesgo y un trasfondo político tenso, las autoridades han implementado medidas de seguridad más estrictas que nunca.
Como un símbolo tangible de la seguridad reforzada, se han desplegado 48 kilómetros de cercas antiescalada alrededor del perímetro de seguridad, un récord inédito para cualquier investidura. Estas barreras de metal de 2,4 metros de altura rodean la Casa Blanca, el Capitolio y parte de la ruta por la Avenida Pensilvania, donde pasará el desfile inaugural. Con 25,000 agentes de las fuerzas de seguridad y militares en la región, la imagen es clara: Washington no escatima en esfuerzos para proteger a sus altos funcionarios.
Además de la presencia física de los agentes, la tecnología también juega un papel crucial en estos preparativos. Drones están patrullando los cielos de la capital, proporcionando una visión aérea y mejorando la vigilancia sobre el terreno.
Esta estrategia se complementa con controles de seguridad minuciosos, francotiradores en los tejados y equipos tácticos preparados para cualquier eventualidad. Según Matt McCool, agente especial del Servicio Secreto de Estados Unidos, el objetivo es crear un entorno seguro ante un «mayor amenaza» que ha sido evidente en los últimos meses.
La historia reciente de eventos políticos en Estados Unidos ha estado marcada por una serie de incidentes violentos. Desde el intento de asesinato contra Trump durante un mitin hasta la amenaza de un rifle que apuntaba hacia él en un campo de golf, la preocupación por la seguridad personal del expresidente se ha intensificado. Además, sucesos como la embestida de un camión en Nueva Orleans y la explosión de una camioneta en Las Vegas han elevado aún más la alerta de seguridad. En este marco, las autoridades reconocen que la mayor amenaza puede provenir de «actores solitarios» lo que complica aún más la acción preventiva.
La investidura, programada para el 20 de enero, se espera que reúna a unos 250,000 invitados con entrada. Aunque se prevé una asistencia menor en comparación con la primera toma de posesión de Trump hace ocho años, donde se anticipaban hasta un millón de personas, la resolución de las autoridades es firme. El jefe de la policía del Capitolio, J. Thomas Manger, ha asegurado que, aunque no hay constancia de amenazas específicas para la ceremonia, el ambiente demanda precauciones adicionales.
Carla Martínez / Con información de RT