En días recientes, fue localizado un petroglifo en la vasta región montañosa de Terepaima el cuál, según inventario llevado a cabo por la oficina del cronista parroquial de Agua Viva encarnada por el licenciado José Luis Sotillo; representaría la tercera demarcación de un lenguaje ajeno a nuestra propia realidad actual fundamentado sobre piedra.
Al respecto, el reporte del hallazgo es fundamental para determinar los espacios transitados o realidades propias del sincretismo religioso, manejado por nuestras culturas pre hispánicas; sin embargo, esto viene a corroborar la importancia que tienen las montañas de Terepaima y sus diversas serranías para el asentamiento o pasó de etnias aborígenes en el pasado, quienes vieron del complejo montañoso un lugar geoestratégico para su propio desenvolvimiento. A decir verdad, muestras dejadas que pudiesen representar el origen de la actual ciudad de Cabudare y sus zonas circunvecinas.
Solo está pendiente establecer las mediciones de la piedra, y remarcar las figuras, para tener una mejor visión del lenguaje establecido en el mismo, ya que al menos se le ha tomado su coordenada GPS. Afirmando que el mismo está ubicado en la zona Abrae; Área Metropolitana de Barquisimeto.
En dicha localización participaron, además del cronista parroquial José Sotillo, los senderistas de montaña Ángel Carrero y Miguel Ángel Pérez, estos últimos quienes practican el ciclismo de montaña sobre esta amplia región, y quienes cooperaron en la ubicación del mismo.
En Venezuela y en otras partes del planeta las manifestaciones rupestres constituyen los indicios más antiguos conocidos de comunicación humana. Al no estar conformadas por una estructura regular y repetitiva de escritura, ha sido imposible descifrar su significación simbólica, pero sin duda consisten en expresiones sígnicas que en su momento y en su contexto social fueron reconocidas y comprendidas por miembros de una misma comunidad lingüística y cultural.
Es precisamente en el occidente de Venezuela (estados Falcón, Lara y Zulia) donde mayormente se han localizado hallazgos que indicarían la presencia de sociedades cazadoras-recolectoras especializadas tempranas, que posteriormente protagonizaran procesos de complejidad social, reajuste ecológico, expansiones poblacionales y contactos inter-grupales, desarrollando así, nuevas tecnologías de subsistencia y nuevas formas de organización social; según apunta el arqueólogo José María Cruxent.
El reporte de este grabado rupestre, ya es del conocimiento del antropólogo Félix Alberto Gil, quien estuvo adscrito al Museo Antropológico de Quibor; quien por años ha evaluado el trabajo de localización de yacimientos prehispánicos, adelantados por el cronista Sotillo en el municipio Palavecino.
Por lo pronto a manera de identificación le hemos dado por denominación la “Piedra del Sarari II”; por poseer una posición estratégica con mirada contrapuesta al Llano, concretamente a la población de Sarare, y quizás guarda relación con otra localizada kilómetros más allá en la vieja vía a los Llanos justo en la zona del Altar, muy cerca de Gamelotal.
La apreciación que el mismo antropólogo Gil da, particularmente por el juego de figuras geométricas que posee la piedra por algunos rectángulos, pudiese “tratarse de una señalización entre fronteras o caminos”; lo cual era una escritura ejecutada por las etnias, antes de la llegada hispana a nuestro territorio.
Cabe destacar para finalizar, que el trabajo del arte sobre piedra en nuestras etnias se remota su antigüedad a periodos antes de Cristo a.C. por tratarse de un trabajo elaborado sobre piedra.
Información de: Nota de Prensa
José Sotillo, Cronista parroquial de Agua Viva