Poncio Pilato, el gobernador de la provincia de Judea en la época de la crucifixión de Jesús, es retratado por las narrativas religiosas de los evangelios y los textos historiográficos de autores no cristianos.
Leer también: ONG Utopix: 11 feminicidios se registraron en febrero
El Pilato de la versión religiosa parece un hombre equilibrado y preocupado por ser justo. Su papel en la narración de la muerte de Jesús es el de aquel que no condena a alguien en quien no ve ningún delito. Se «lava las manos» y deja que el pueblo judío decida la pena de muerte.
El Pilato de los autores no religiosos es cruel, sanguinario, alguien que no perdona a sus enemigos.
Poncio Pilato, el poderoso gobernador romano
«Es curioso cómo las narrativas de los evangelios son muy favorables a Pilato, mientras que ciertas fuentes de la época son muy críticas con él», dice a BBC News Brasil el historiador Gerson Leite de Moraes, profesor de la Universidad Presbiteriana Mackenzie.
Lo que las investigaciones indican es que la visión amable de Pilato, construida por los cristianos de aquella época, tiene un trasfondo de antisemitismo. Después de todo, el gobernador era el representante de la Roma imperial que dominaba la tierra donde vivían los judíos. Y los cristianos primitivos encontraban en la aristocracia judía a sus rivales, aquellos que no aceptaban la nueva secta que estaba surgiendo.
«Las cuatro narraciones evangélicas [de Marcos, Mateo, Lucas y Juan] dicen que Poncio Pilato tuvo participación directa en la muerte de Jesús. Pero no nos confundamos. No se trata de cuatro autores independientes entre sí hablando de Pilato», explica a BBC News Brasil André Leonardo Chevitarese, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y autor del libro «Jesús de Nazaret. Lo que la Historia tiene que decir sobre él».
Mirada religiosa
De acuerdo con la perspectiva bíblica, hay un consenso: Pilato sería un hombre que no encuentra en Jesús ningún delito, ninguna responsabilidad.
«Por el contrario, les dice a los líderes judíos y al pueblo judío que Jesús no merecía morir. A lo sumo, merecía recibir algunos latigazos, unos golpes allí y después ser liberado. Esa fue la decisión de Pilato, según las narrativas evangélicas», analiza el historiador.
Esta lectura denota el antisemitismo de las narrativas. Después de todo, quién «se lava las manos» es el representante del opresor imperio romano. Y quienes condenan, según estos textos, son los judíos: el pueblo y las autoridades religiosas.
La explicación, aclara Chevitarese, tiene su contexto histórico
«En el momento en que se están escribiendo los relatos evangélicos, el Templo de Jerusalén había sido destruido por un incendio desatado cuando Tito entra en la ciudad en el año 70, parte de la ciudad había sido destruida por las legiones romanas, y la muralla ya estaba en ruinas».
«Todos estos acontecimientos en torno a Jerusalén fueron leídos por los seguidores de Jesús como una venganza o un castigo divino por el hecho de que los judíos mataron a Jesús», dice.
«Y ya estaba en marcha un diálogo, que había comenzado con [el apóstol] Pablo, entre los seguidores de Jesús y las autoridades romanas en los ámbitos locales de las ciudades bajo el dominio imperial diseminadas por la cuenca mediterránea», añade.
Domingos Zamagna, profesor en la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo (PUC-SP), señala a BBC News Brasil que «los relatos de la Pasión de Jesús no deben leerse como un boletín policial».
«Leerlos, desde un punto de vista académico, requiere el conocimiento de textos antiguos. Hacer historia, para muchas tradiciones, significa interpretar discursos, frases, parábolas, etc., y ponerlos en boca de las figuras que se quieren presentar», dice.
«Para ello, los redactores recogen tradiciones orales y las insertan en el caso de la Biblia, en la esfera propiamente teológica”, agrega.
Figura histórica
Para trazar un perfil lo más completo posible de Pilato es necesario recurrir también a los autores no religiosos.
Pilato aparece en textos de al menos tres de ellos: el historiador Flavio Josefo (37-100), el filósofo Filón de Alejandría (20 a.C. – 45 d.C.) y el senador romano e historiador Cayo Tácito (55-120).
Además de estos relatos casi contemporáneos a él, un indicio que demuestra su existencia, también hay hallazgos arqueológicos que atestiguan que Pilato fue un personaje histórico.
«Tres autores no cristianos hablan de Pilato, eso significa que Pilato existió, no es una invención, una creación cristiana», indica Chevitarese.
Fuente: BBC