Justicia y verdad, misericordia y caridad, no a los prejuicios y rigorismos, discernimiento a fondo que debe hacerse «de rodillas» y, sobre todo, oración, sobre todo para los jueces que si no saben o no pueden rezar «es mejor que vayan a hacer otro trabajo». Estas son las directrices que el Papa ofrece a los prelados auditores de la Rota Romana, recibidos hoy en el Palacio Apostólico con motivo de la inauguración del año judicial, para afrontar los delicados y a veces dolorosos juicios por causas de nulidad matrimonial de los que pide favorecer la celeridad y no las anulaciones en sí mismas.
Se trata de un tema «siempre actual», afirma el Pontífice, que concierne a la pastoral familiar «inspirada en la misericordia hacia los fieles que se encuentran en situaciones problemáticas». Esta misericordia, tan subrayada en la exhortación Amoris laetitia, «no disminuye nuestro compromiso en la búsqueda de la justicia respecto a las causas de nulidad. Al contrario, precisamente a la luz de la misericordia, de la misericordia hacia las personas y sus conciencias, es importante el discernimiento judicial sobre la nulidad», subraya el Papa.
Ayudar a comprender la verdad sobre el matrimonio
A continuación, se extiende sobre el tema del discernimiento que deben realizar los prelados de la Rota para declarar la existencia o inexistencia de causas para declarar nulo un matrimonio. Antes, sin embargo, una premisa:
La abolición del requisito de una doble sentencia conforme en los casos de nulidad, la introducción del proceso más breve ante el obispo diocesano, así como el esfuerzo por agilizar y hacer más accesible el trabajo de los tribunales, no deben ser malinterpretados y nunca debe disminuir la exigencia de servir a los fieles con un ministerio que les ayude a comprender la verdad sobre su matrimonio.
Una gran responsabilidad
El objetivo -como se reitera en el motu proprio Mitis iudex Dominus Iesus- es favorecer “no la nulidad de los matrimonios, sino la celeridad de los procesos y, no en menor medida, una adecuada simplificación, de modo que, a causa de un retraso en la definición del juicio, el corazón de los fieles que esperan la clarificación del propio estado no quede largamente oprimido por las tinieblas de la duda».
«La tarea de juzgar a menudo no es fácil», admitió a continuación Francisco. El discernimiento para llegar a la certeza moral de la nulidad es «una gran responsabilidad que la Iglesia les confía, porque afecta fuertemente la vida de las personas y de las familias». Es necesario afrontar esta tarea «con valentía y lucidez», afirma, y sobre todo contando «con la luz y la fuerza del Espíritu Santo».
Queridos jueces, sin oración no se puede ser juez. Sin oración no se puede ser juez. Si alguno no reza, por favor, renuncie… es mejor así.
Libres de prejuicios y rigorismos
Se trata, por tanto, de un discernimiento que se hace «de rodillas»: «Sólo así se llega a decisiones que van en la dirección del bien de las personas y de toda la comunidad eclesial», asegura el Papa. E insiste: «Y un juez que no sabe ponerse de rodillas, es mejor que renuncie. Se hace de rodillas».
Al mismo tiempo, la objetividad del discernimiento judicial exige «estar libres de cualquier prejuicio, ya sea a favor o en contra de la declaración de nulidad». Esto, explica el Papa Francisco, implica liberarse tanto del «rigorismo de quienes pretenderían una certeza absoluta» como de «una actitud inspirada en la falsa convicción de que la mejor respuesta es siempre la nulidad». Lo que san Juan Pablo II llamaba el «riesgo de una compasión mal entendida, sólo aparentemente pastoral».
El discernimiento del juez requiere dos grandes virtudes: la prudencia y la justicia, que deben estar informadas por la caridad.
Una prudencia que «no se refiere a una decisión discrecional, sino a un acto declarativo sobre la existencia o no del bien del matrimonio», subraya el Pontífice; por tanto, «una prudencia jurídica que, para ser verdaderamente pastoral, debe ser justa». Y el discernimiento justo implica «un acto de caridad pastoral, incluso cuando la sentencia fuese negativa. Y también un riesgo».
No hay que olvidar que la interpretación de la ley eclesiástica debe hacerse a la luz de la verdad sobre el matrimonio indisoluble, esa verdad que la Iglesia custodia como verdad y difunde en su predicación y misión.
Procesos «sinodales»
Por último, un recordatorio sobre la sinodalidad: «Cuando el tribunal es colegial, como sucede habitualmente, o cuando hay un solo juez pero consulta con quienes tienen autoridad, el discernimiento se realiza en un clima de diálogo o discusión, en el que la franqueza y la escucha mutua son fundamentales, para una búsqueda común de la verdad. Es también un estudio previo, en serio», dice el Papa Francisco.
En este servicio, es esencial invocar al Espíritu Santo y comprometerse «a emplear todos los medios humanos para llegar a la verdad». Es importante, por tanto, que «la investigación previa se realice con cuidado», recomienda el Papa, «para no incurrir en un juicio apresurado y apriorístico», del mismo modo que es necesario que «el juez cultive su propia formación permanente a través del estudio de la jurisprudencia y de la doctrina jurídica».
«Recen por mí, mi trabajo a veces es divertido, pero no fácil”
De ahí la oración a María Santísima, Virgo prudentissima y Speculum iustitiae, y la petición habitual de que se rece por él:
Por favor, no se olviden de rezar por mí porque este trabajo no es fácil: a veces es divertido, pero no es fácil.
Información de: Nota de Prensa