Miguel Cabrera recibió el viernes de la mano de Mark Kotsay, manager de los Atléticos de Oakland, una botella de vino de 80 dólares. ¿El detalle? Estaba firmada por todos los miembros del equipo.
Fue tan de mal gusto el gesto, que las redes sociales se encieron y las críticas fueron mordaces con la gerencia del equipo, incapaz de reconocer las bondades del venezolano.
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Por eso en la tarde de este domingo, cuando Miguel Cabrera fue a consumir su último turno al bate, todas las 13 mil 102 personas que asistieron al Coliseo de Oakland a presenciar el partido no dejaron de aplaudirle pitcheo tras pitcheo.
Era el mejor homenaje a Cabrera; fue como para darle una lección la oficina, técnicos y todo el equipo de cómo se debe tratar a una leyenda viviente del beisbol.
Sin ser un pelotero del equipo, los aficionados aplaudían. Algunos, sentados en primera fila, alentaban a otros a que siguieran con la ovación.
Era una especie de mea culpa, de querer enmendarle la plana a la oficina. Porque la botella de vino de 78 dólares fue el peor de todos los regalos que le hicieron a lo largo de la temporada al venezolano.
Oakland fue la última parada como visitante para el venezolano en un parque de Grandes Ligas.
Solo quedan seis juegos para Miguel, todos como local. Tres contra Kansas City y otros tantos contra Cleveland.
Detroit sí tiene preparado algo especial para el mejor pelotero que haya pasado por la franquicia en el siglo XXI y se espera que en el último juego muchos vayan a despedirlo.
Miguel se fue de 4-0 en el juego contra los Atléticos, para dejar su average en .252. El venezolano solo sacó cuatro pelotas y despachó seis dobles en 44 juegos en Oakland.
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