Tradicionalmente, la ciencia apunta al cerebro como el lugar de nacimiento y procesamiento del miedo y la ansiedad, pero está también afectan al cuerpo humano.
De acuerdo a un estudio realizado a Arash Javanbakht, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad Estatal Wayne (Estados Unidos) destaca que la amígdala es clave para alertar cualquier situación de miedo u ansiedad, lo que involucra una parte del cuerpo humano, más allá del cerebro.
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Arash Javanbakht refiere que la amígdala evolucionó para pasar por alto las áreas del cerebro involucradas en el pensamiento lógico. Y por tanto, estas puede involucrar directamente respuestas físicas ante determinada amenaza.
Por ejemplo, ver una cara enojada en la pantalla de una computadora puede desencadenar inmediatamente una respuesta detectable de la amígdala sin que el espectador se dé cuenta de esta reacción, explica el experto.
La acción en otras partes
Igualmente, el científico estadounidense subraya que si su cerebro decide que una respuesta de miedo está justificada en una situación particular.
En consecuencia se activa una cascada de vías neuronales para prepararlo a la acción inmediata.
De tal modo, que la respuesta, bien sea de lucha o huida, como una mayor atención y detección de amenazas, tiene lugar en el cerebro, aunque el cuerpo es donde ocurre la mayor parte de la acción, explica Arash Javanbakht.
Igualmente, existen otras áreas del cuerpo como los pulmones, cuyas señales del sistema nervioso simpático dilatan las vías respiratorias. Y por tanto, a menudo, aumentan la frecuencia y la profundidad de la respiración. A veces esto resulta en una sensación de dificultad para respirar.
A su vez, también cuenta la digestión, como la última prioridad durante una situación de lucha o huida. Acá la activación simpática ralentiza el intestino y reduce el flujo sanguíneo al estómago para ahorrar oxígeno y nutrientes para órganos más vitales como el corazón y el cerebro.
Aunque revela que todas las sensaciones corporales, incluidas las sensaciones viscerales del pecho y el estómago, se transmiten al cerebro, y retornan a él, puntualiza Arash Javanbakht.
Con información de: VN