Un “influencer” o “influente” (como lo reconoce el DRAE) «es aquel que puede influir en la vida de los demás, ya sea en decisiones como comprar un producto, ir a un lugar, hacer uso de un servicio o hasta generar un cambio de actitud». Por lo general, tiene un amplio y sólido conocimiento del tema, por lo que generan confianza y credibilidad en sus seguidores.
Si a una empresa le cuesta llegar eficazmente a su audiencia, o le interesa estar un paso por delante, recurrir a ellos o ellas como estrategia de marketing puede ser una buena idea. El marketing de influencers es una colaboración entre una empresa y alguien a quien su audiencia sigue en redes sociales y valora su opinión.
Estas “estrellas” de redes sociales son respetadas ante su audiencia porque han creado su propia marca por sí solas. Esta marca, que es su nombre propio o usuario, transmite autenticidad y confianza, con la que conectan y se identifican sus seguidores. Por eso, cuando promocionan otras marcas, lo normal es que sus seguidores confíen en sus recomendaciones
Hay un grupo de “influencers” que son el último grito de tragedia en el mundo. Lo quieren todo gratis. Comidas en los mejores restaurantes, alojamientos en hoteles, productos exclusivos. ¿A cambio de qué? Muy fácil: de unas cuantas historias en Instagram en la que sus miles de fans puedan conocer esos bienes y servicios que ellos están disfrutando por arte de magia. O por arte de su fama, que es casi lo mismo que la magia, porque nadie entiende cómo, cuándo ni por qué se volvieron famosos y merecedores de no pagar por nada.
El caso más reciente es el de una “influencer” conocida en Barquisimeto, que intentó hacer ¿negocios? con un reconocido empresario del ramo automotriz y financiero. Todo le pareció muy sencillo: acordar un pacto de intercambio publicidad-consumo. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Muy pronto tuvo la respuesta. El empresario en corto tiempo confirmó que por muy simpática y «avispada» de la activa influencer, los efectos favorables al negocio nunca llegaron, a pesar de los esfuerzos que hacia la joven emprendedora para convencerlo de que su campaña «creativa» tuvo alto impacto entre sus seguidores, que casi nadie comentaba.
El arma de doble filo de las redes sociales ha sido el caldo de cultivo perfecto para la gente que es famosa por ser famosa. Nadie tiene idea de cuáles fueron sus méritos, pero en sus redes sociales cuentan con cientos de miles de seguidores que siguen todas sus «pendejadas», le dan “like” a sus «insinuantes» fotos y, anhelan ser como ellas.
¿Cómo? Quién sabe, pero hay que hacerlo, y para hacerlo primero hay que soñarlo, y para soñarlo, qué mejor que un espejo “aspiracionista” que demuestre lo factible que es alcanzar el éxito siendo una inútil. Para qué tratar de encontrar alguna vocación, si las nuevas maestras son ellas. ¿De qué manera rebatirle el éxito a alguien que tiene dólares en su cuenta bancaria sin haberse roto la cabeza? Unos bailecitos, varias fotos en la playa y, abracadabra, vida resuelta.
Ellos (as), los “influencers”,no son ni talentosos ni creativos; tampoco cuentan con algún nivel de experticia que los califique como especialistas en algo. Pero, paradójica y lamentablemente, lo son todo en uno y al mismo tiempo: publirrelacionistas, genios del marketing, gurús del emprendimiento, expertos en moda, tecnología y cuanto tema se saquen de la galera. Al menos ese es el espejismo que ellos han proyectado y suficientes ingenuos han decidido comprarles.
“Ser un bueno para nada nunca fue tan placentero”.
NB Con información de Yahoo/noticias