La Curva de las Monjitas: La leyenda que atraviesa la carretera

La leyenda de La Curva de las Monjitas cobra vida en las palabras de doña Juana León, una sabia anciana del caserío Gamelotal. Con voz temblorosa y mirada profunda, comienza su relato mientras los vecinos se agrupan alrededor de su mecedora, iluminados por el suave resplandor de una lámpara de aceite.

“Yo lo viví,” afirma doña Juana, alzando un dedo arrugado como si quisiera marcar el peso de sus palabras. “Aquella noche hacía un frío que calaba los huesos y la neblina cubría la carretera como un sudario. Venía yo desde Sarare, rezando el rosario como siempre, cuando al pasar por La Curva de las Monjitas… las vi.

La señora hace una pausa, dejando que la tensión llene el aire antes de continuar. “Eran tres. Tres figuras envueltas en hábito, como sombras blancas entre la oscuridad. Una de ellas alzó su mano, pidiendo que las llevara. No había nadie más en la carretera, pero el miedo me atrapó, y no me detuve.”

Con un suspiro pesado, doña Juana prosigue: “Sentí que el carro iba más lento, como si algo lo estuviera empujando hacia atrás. Cuando volteé la mirada por el retrovisor… ahí estaban, sentadas en el asiento trasero. Sus rostros eran serenos, pero sus ojos parecían pedir algo más… algo que nunca pude entender.”

La anciana concluye su relato con un consejo solemne: “Si ven a las monjitas, nunca las rechacen. Mejor llevenlas hasta su convento. Porque si no, el camino se les hace más largo y peligroso, como si las almas de esas pobres religiosas todavía buscaran descanso.”

Los presentes sienten un escalofrío recorrer sus espaldas mientras doña Juana guarda silencio, dejando que la leyenda siga siendo un misterio que acompaña a los viajeros en la carretera vieja de Barquisimeto-Acarigua.

Zuleydy Márquez Noticia Barquisimeto