Jueves Santo: La última cena y el inicio del camino a la cruz

El Jueves Santo marca la solemne apertura del Triduo Pascual, el núcleo de la fe cristiana, en una jornada rica en significado y profunda reflexión. Este día, la Iglesia Católica conmemora múltiples acontecimientos trascendentales de las últimas horas de Jesús antes de su Pasión: la Última Cena, el conmovedor Lavatorio de los Pies, la institución de la Sagrada Eucaristía y del Sacerdocio, así como la angustiosa oración en el Huerto de Getsemaní.

La liturgia de este día nos invita a sumergirnos en el misterio del amor incondicional de Cristo, manifestado de manera palpable en la institución de la Eucaristía. En la Última Cena, Jesús se entregó a sí mismo como alimento bajo las especies del pan y del vino, un regalo supremo de amor que continúa nutriendo la fe de millones de creyentes hasta nuestros días. Con las palabras «Hagan esto en conmemoración mía» (Lc 22,19), Jesús estableció el sacramento que perpetúa su presencia entre nosotros.

El Jueves Santo también celebra la institución del Sacramento del Orden Sacerdotal. Al encomendar a sus apóstoles la misión de celebrar la Eucaristía, Jesús dio origen al sacerdocio ministerial, un llamado a la entrega total y al servicio del Pueblo de Dios. En este día, la Iglesia rinde homenaje a todos los sacerdotes que, con valentía y generosidad, responden a este llamado, viviendo una vida consagrada a Jesús.

La profundidad del servicio humilde queda plasmada en el significativo gesto del Lavatorio de los Pies. Jesús, Maestro y Señor, se arrodilló ante sus discípulos para lavarles los pies, ofreciendo un ejemplo paradigmático de amor y servicio desinteresado. Este acto nos recuerda el mandamiento fundamental de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, dedicando nuestras vidas al servicio de nuestros hermanos y hermanas.

La jornada del Jueves Santo se inicia tradicionalmente con la Misa Crismal por la mañana. Presidida por el Obispo diocesano y concelebrada por su presbiterio, esta celebración es una poderosa manifestación de la unidad del sacerdocio diocesano. Durante la misa, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los demás óleos que se utilizarán en la administración de los sacramentos a lo largo del año. Además, los sacerdotes renuevan solemnemente las promesas realizadas el día de su ordenación, reafirmando su compromiso con Cristo y con la Iglesia.

La liturgia vespertina nos transporta a la Última Cena, donde Jesús, consciente de su inminente Pasión, compartió su última comida con sus discípulos. Es en este contexto donde instituyó la Eucaristía, anticipando su sacrificio en la cruz. El Evangelio de San Juan nos presenta a un Jesús que, sabiendo que «el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía» (Jn 13,3), se humilla ante sus discípulos en un gesto de amor que trasciende toda comprensión.

San Pablo, en sus cartas, recuerda a las primeras comunidades cristianas la trascendencia de aquella noche, donde la entrega de Cristo se hizo sacramento permanente en el pan y el vino, alimento de vida eterna para quienes creen en Él. La Santa Misa, por lo tanto, no es solo un recuerdo de la Última Cena, sino la proclamación de la muerte del Señor hasta que vuelva (1 Cor 11, 26), un memorial vivo de su sacrificio redentor.

En este Jueves Santo, la Iglesia nos invita a contemplar la inmensidad del amor de Dios manifestado en la entrega de su Hijo, en el servicio humilde y en el don de la Eucaristía. Es un día para reflexionar sobre nuestra propia vocación al servicio y para renovar nuestro compromiso de seguir el ejemplo de Jesús, amando y sirviendo a los demás con la misma entrega y generosidad.

Carla Martínez / Noticias Barquisimeto