Humberto Fernández Morán: El gran científico venezolano por León Magno Montiel

La madrugada del 18 de febrero de 1924, Luis Fernández llevó a su esposa Elena Villalobos al hospital con fuertes dolores de parto. La pareja de costumbres y cultura cañaderas, recibieron en Maracaibo la buena noticia de la llegada de un varón, robusto y saludable, un acuariano al que llamarían Humberto, nombre de origen alemán que significa «El cachorro brillante.»

Ese niño sería inquieto, despierto, muy observador, de ojos brillantes.
Humbertico siempre destacó en la escuela por su habilidad para las matemáticas y el lenguaje. Estudió en el Colegio Alemán, solía realizar pequeños inventos con radiotransistores, cables, lámparas y baterías.

A los 12 años de edad conoció Curazao, después Nueva York, llegó de la mano su amado padre, que confrontaba problemas de índole política en el Zulia.

Por recomendaciones de sus maestros, los padres de Humberto lo llevaron a Alemania a terminar su bachillerato en Baviera, y este obtuvo 20 puntos en línea: era un estudiante sobresaliente en todas las asignaturas.

Inmediatamente se inscribió en la carrera de medicina en Múnich, la cual culminó con solo 20 años de edad y con distinción Summa Cum Laude, vestido de blanco.

En ese momento, Humberto Fernández-Morán vivía en sótanos fríos y mugrientos, pues Europa estaba en guerra, los cadáveres se contaban por centenares en las calles de Alemania, los apilaban en las barricadas.

El joven Fernández-Morán celebró su grado de médico con toga y birrete blancos, entre detonaciones de obuses y sonidos sirenas que anunciaban los mortíferos bombardeos.

Regresó a su adorada nación, Venezuela en 1946, revalidó su título de médico en La Universidad Central de Venezuela, la UCV.
Después se trasladó a Maracaibo para trabajar un período breve en el Hospital Psiquiátrico de esa ciudad.

En su intensa andadura por Europa y América, Humberto Fernández-Morán Villalobos se fue forjando como un avezado políglota, hablaba con solvencia:

Danés, alemán, francés, italiano, inglés, sueco, latín, holandés y español.

Regresó a los Estados Unidos, allí conoció grandes figuras de las ciencias, entre otros, al nativo de Ulm, el físico Albert Einstein, quien le recomendó seguir estudiando en Estocolmo y él, así lo hizo.

En Suecia se hace biofísico, profundiza en sus estudios de ultramicroscopía. Trabajó y estudió bajo las órdenes de Herbert Olivecrona, el neurocirujano reconocido mundialmente.

Con el Premio Nobel de Física Manne Segbahn compartió en su laboratorio, sus charlas, sus inventos.

En Estocolmo el científico zuliano se casó con la sueca Anna Browallius, con esa rubia tuvo dos hijas, las llamó: Brígida y Verónica.

En esa ciudad presentó su trabajo sobre «El bisturí de diamante» de resonancia mundial, invento que lo llevó a trabajar para la NASA desde 1969 a 1980 en el proyecto Apolo.

Estocolmo sedujo al zuliano Humberto, la ciudad bañada por el Mar Báltico, con sus islas y puentes, sus coloridas casas con muelles, sus aguas diáfanas.

En 1954 regresó a Venezuela para fundar el IVNIC con apoyo del General Marcos Pérez Jiménez, quien estaba autocráticamente frente al país.
Eligió como sede para el IVNIC la colina llamada Pipe, en Los Altos Mirandinos.
Ese instituto pionero luego devino en el célebre IVIC.

Fernández-Morán colaboró en la construcción del reactor nuclear RV-1 y finalmente aceptó ser el Ministro de Educación de Venezuela. Pero el 23 de enero de 1958 cayó derrocado Pérez Jiménez y salió huyendo en el avión «La vaca sagrada».

Allí comienzó un asedio al científico zuliano, con injurias, con una tóxica campaña de desprestigio que lo obligó a exilarse en los EEUU a los 34 años de edad.

Se estableció en Boston, trabajo en su principal hospital y en el MIT. Dictó cátedra en Harvard, eso afianzó su prestigio como biofísico y como pionero de la Criomicroscopía.

Luego viajó a Chicago y dictó clases magistrales. Comenzaba a sonar su nombre para el Premio Nobel, pero en 1967 fue el primer latinoamericano que recibió el prestigioso galardón científico John Scott en la ciudad de Filadelfia, por su Bisturí de Diamante, premio que antes habían recibido:

-Jonás Salk por la vacuna antipoliomelítica.

-Marie Curie por sus estudios sobre radiación.

-Thomas Alva Edison por su lámpara incandescente.

-Nikola Testa por su corriente alterna.

-Alexander Fleming por la penicilina.

La NASA contrató a Humberto Fernández-Morán para estudiar las muestras lunares: piedras que diseccionó y analizó.
Allí estuvo por una larga década como investigador especial.

El status quo científico estadounidense le propuso a Humberto jurar como ciudadano de los EEUU para hacerle el lobby para el Premio Nobel de Física, lo cual, él no aceptó, él no quizo renunciar a su nacionalidad venezolana.

Fernánde-Morán por períodos fue un cañadero raigal, fue maracucho de pura cepa, un estocolmense adoptivo, fue un alemán, un bostoniano, un chicano puro: pero en su corazón, siempre fue venezolano, y nunca renunció a su patria, a su nacionalidad primigenia.

En 1985 se estableció en Estocolmo con su familia, ya poseía un aura de hombre universal. Para la fecha tenía 61 años de edad y había trabajado 35 años como educador, había registrado 30 patentes científicas, había dictado conferencias magistrales en 40 países.

En la ciudad que conoció a su esposa permaneció hasta su muerte, ocurrida el 17 de marzo de 1999, víctima de una aneurisma cerebral.
Sus restos fueron cremados y permanecieron en su espaciosa casa estocolmense por cinco años.

Fueron repatriadas sus cenizas en 2005 junto con su biblioteca y sus libretas de anotaciones. Sus cenizas reposan en el cementerio El Cuadrado, en una tumba austera.

En una ocasión en Caracas, lo abordaron los periodistas y el sabio Humberto Fernández-Morán declaró:

«Soy un misionero y un solitario en mi propia tierra, como lo fue Miranda y como lo fue Bolívar. Persistiré en mi firme empeño de cumplir callado mi misión como investigador, como científico y educador, ocultando con jovialidad de Sancho Panza mi tristeza de Don Quijote».

El Zulia dio al mundo uno de los científicos más relevantes del siglo XX, lamentablemente, él fue mas reconocido el mundo, que en su casa natal, Venezuela.

Por León Magno Montiel