“Sean inquietos buscadores de la verdad y no apaguen nunca la pasión, para no ceder a la acidia del pensamiento. Sean protagonistas en la generación de una cultura de la inclusión, de la compasión, de la atención a los más débiles y a los grandes desafíos del mundo en que vivimos”, con estas palabras el Papa Francisco alentó a los docentes universitarios de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, con quienes se reunió este viernes 27 de septiembre en el marco de su 46 Viaje Apostólico a Luxemburgo y Bélgica.
Ofrecer una formación integral
Tras agradecer al Rector de la Universidad Católica más antigua del mundo por sus palabras de bienvenida, el Santo Padre señalo que, la primera tarea de la Universidad es “ofrecer una formación integral para que las personas adquieran los instrumentos necesarios para interpretar el presente y proyectar el futuro”.
“La formación cultural, ciertamente, no es nunca un fin en sí misma y las universidades no deben caer en la tentación de convertirse en ‘catedrales en el desierto’, sino que son, por su propia naturaleza, lugares donde se promueven ideas y nuevos estímulos para la vida y el pensamiento del hombre y para los desafíos de la sociedad, es decir, espacios generativos. Es hermoso pensar que la Universidad genera cultura, desarrolla ideas, pero sobre todo promueve la pasión por la búsqueda de la verdad, al servicio del progreso humano”.
La gran misión de la Universidad
Al evocar la historia bíblica de Iabés narrado en el Libro de las Crónicas, el Papa Francisco invitó a los docentes universitarios a ensanchar las fronteras del conocimiento. No se trata de aumentar las nociones o las teorías, dijo el Papa, sino de hacer de la formación académica y cultural un espacio vital, que abraza la vida y la interpela.
“Ensanchar las fronteras y ser un espacio abierto para el hombre y para la sociedad constituye la gran misión de la Universidad”.
Dos amenazas al saber
En este contexto, el Santo Padre dijo que nos encontramos ante una situación ambivalente, en la que los márgenes se estrechan. De una parte, se experimenta la renuncia a la búsqueda de la verdad y de otro lado, la actitud racionalista.
“Por una parte, estamos sumergidos en una cultura marcada por la renuncia a la búsqueda de la verdad; hemos perdido la inquieta pasión de indagar, para refugiarnos en la comodidad de un pensamiento débil, en la convicción de que todo es igual, de que una cosa vale lo mismo que la otra, de que todo es relativo. Por otra parte, cuando se habla de la verdad en los contextos universitarios y también en otros ámbitos, se cae muchas veces en una actitud racionalista, según la cual sólo se puede considerar verdadero lo que podemos medir y experimentar, como si la vida se redujese únicamente a la materia y a lo visible. En ambos casos los límites resultan reducidos”.
La renuncia a la búsqueda de la verdad
Refiriéndose al primer punto, el Papa Francisco indicó que, tenemos el cansancio del espíritu, que nos relega a una incertidumbre constante y a la ausencia de pasión, como si fuese inútil buscar un sentido en una realidad que permanece incomprensible. Al respecto puso como ejemplo el sentimiento que emerge frecuentemente en algunos personajes de las obras de Franz Kafka, que describió la condición trágica y angustiante del hombre del siglo XX.
“Buscar la verdad es agotador, porque nos obliga a salir de nosotros mismos, a arriesgarnos, a hacernos preguntas. Y, por eso, nos atrae más —en el cansancio del espíritu— una vida superficial que no plantea demasiados interrogantes; así como del mismo modo nos atrae más una ‘fe’ fácil, ligera y cómoda, que nunca nos cuestiona nada”.
La actitud racionalista
En cuanto al segundo punto, el Santo Padre advirtió que hoy se corre el riesgo del racionalismo sin alma, condicionados por la cultura tecnocrática. Y citando a Romano Guardini que se preguntaba: «¿Por qué el hombre, a pesar de todo el progreso, sigue siendo un desconocido para sí mismo y lo es cada vez más? Porque ha perdido la llave para comprender la esencia del hombre. La ley de nuestra verdad dice que el hombre se reconoce sólo desde lo alto, por encima de él, desde Dios, porque sólo de Dios trae su existencia».
“Cuando se reduce al hombre a la mera materia, cuando se quiere forzar la realidad a los límites de lo que es visible; cuando la razón es únicamente aquella matemática y “de laboratorio”, entonces se pierde el asombro, se esfuma esa maravilla interior que nos empuja a buscar más allá, a mirar al cielo, a desentrañar aquella verdad escondida que afronta las preguntas fundamentales: ¿por qué existo?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿cuál es el objetivo final y la última meta de este viaje?”.
“Señor, ensancha nuestras fronteras”
Por todo ello, el Papa Francisco dijo a los profesores que, contra el cansancio del espíritu y el racionalismo sin alma, tenemos que aprender también nosotros a rezar como Iabés: “Señor, ensancha nuestras fronteras”. Pidamos que Dios bendiga nuestro trabajo, al servicio de una cultura capaz de afrontar los retos de hoy.
“El Espíritu Santo que hemos recibido como don nos impulsa a buscar, a abrir los espacios de nuestro pensar y de nuestro obrar, hasta guiarnos a la verdad plena. Tenemos la certeza —como nos ha dicho el rector al inicio— ‘de que no sabemos todavía todo’, pero, al mismo tiempo, es precisamente esta limitación la que debe empujarles siempre a ir hacia adelante, ayudándoles a mantener encendida la llama de la investigación y a seguir siendo como una ventana abierta al mundo de hoy”.
La universidad un espacio de acogida
Al resaltar la labor que realiza la comunidad universitaria en la acogida de los migrantes, el Santo Padre señaló que esto se ha convertido en un espacio para muchos refugiados que se han visto obligados a huir de sus tierras, en medio de incontables peligros, enormes dificultades y sufrimientos a veces atroces.
“Y mientras algunos solicitan que las fronteras se refuercen, ustedes, en cuanto comunidad universitaria, han ensanchado sus propios confines, han abierto los brazos para acoger a estas personas marcadas por el dolor, para ayudarles a estudiar y a crecer”.
Una cultura que ensanche las fronteras
Finalmente, el Obispo de Roma indicó que, lo que necesitamos es una cultura que ensanche las fronteras, que no sea “sectaria” ni se ponga por encima de los demás, sino que, por el contrario, se meta en la masa del mundo, aportándole la levadura buena, que contribuye al bien de la humanidad. Esta tarea, esta “esperanza más grande”, se les confía a los docentes universitarios dijo el Papa.
“Un teólogo originario de esta tierra, hijo y docente de esta Universidad, ha afirmado: «Somos nosotros la zarza ardiente que permite a Dios manifestarse» (A. Gesché, Dios para pensar, Salamanca 2010). Conserven encendida la llama de este fuego, ensanchen las fronteras”.
Información de: Nota de Prensa