El cambio climático y el aumento de las temperaturas en los océanos han incrementado notablemente el poder destructivo de los huracanes, un fenómeno natural que causa estragos en diversas regiones del mundo.
A medida que las temperaturas de la superficie del mar aumentan, los huracanes no solo se forman con mayor frecuencia, sino que también ganan más fuerza, amenazando vidas y propiedades en las áreas costeras.
En las últimas décadas, la comunidad científica ha observado una tendencia clara: los huracanes parecen ser más potentes y destructivos en comparación con el pasado. Este incremento en la actividad y la intensidad de los ciclones tropicales ha llevado a una creciente preocupación sobre las implicaciones del cambio climático y el papel fundamental que juegan los océanos en este proceso.
Según diversos estudios, las aguas más cálidas del océano actúan como combustible para tormentas tropicales y huracanes. Cuanto más caliente el agua, más poderosa es la tormenta. La relación entre fenómenos meteorológicos extremos y el calentamiento global se hace cada vez más evidente.
Este fenómeno no se limita a zonas tropicales; regiones históricamente más frescas, como el Atlántico Norte, también están calentándose, una tendencia preocupante para los habitantes de la cuenca del Atlántico. Los datos muestran que los océanos del mundo nunca han estado más calientes.
Los huracanes se forman inicialmente como un conjunto de tormentas eléctricas sobre el océano, muchas de las cuales se originan frente a la costa oeste de África, cuando un chorro de aire, conocido como Corriente en Chorro del Este de África, atraviesa el Atlántico oriental.
Para que un huracán se desarrolle, la temperatura en la superficie del océano debe ser alrededor de 26 grados Celsius (79 grados Fahrenheit). La NASA indica que una depresión tropical se convierte en huracán cuando alcanza vientos de 119 kilómetros por hora (74 millas por hora).
El cambio climático también influye en la rapidez con la que se intensifican las tormentas. El calor del océano está ayudando a las tormentas a experimentar una intensificación rápida, haciendo que los meteorólogos tengan más dificultades para predecir el comportamiento de las tormentas con antelación.
Este fenómeno ocurre cuando las tormentas aumentan su intensidad dramáticamente en menos de un día.
Carla Martínez / Con información de Noticia al Día