Napoleón Bonaparte y el error que te puede llevar al fracaso profesional

Napoleón Bonaparte no llegó a ser el emperador de Francia por suerte o por haber nacido en una familia de la realeza, lo hizo gracias a sus victorias en el campo de batalla y a que rápidamente quedó claro que era un hombre brillante y con una gran mente estratégica.

Napoleón Bonaparte y el error que te puede llevar al fracaso profesional
Napoleón Bonaparte y el error que te puede llevar al fracaso profesional

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Ansioso de gloria y fama, el joven general de origen corso organizó en 1798 una expedición a Egipto en la que llegó a conquistar Alejandría y El Cairo, pero que finalmente terminó en un estruendoso fracaso

Ambición

En 1798, Napoleón era un hombre flaco y enjuto de 28 años, devorado por la ambición y los sueños de gloria. Sus grandes victorias en Italia lo habían convertido en el ídolo de las masas y lo habían acostumbrado a mandar sin dar cuentas a nadie. Barras, su antiguo protector, dijo a sus colegas en el gobierno de Francia: «Promocionad a este, o se promocionará a sí mismo».

Lo cierto es que al Directorio –un Gobierno colegiado de cinco miembros, que regía el país desde hacía cuatro años– le faltaba el prestigio que a Bonaparte le sobraba.

Corrupción, golpes de Estado e insurrecciones habían marcado su trayectoria. La situación era tan inestable que Bonaparte tenía siempre un caballo ensillado por si tenía que partir a toda prisa. «Debería derrocarlos y proclamarme rey –confesaba el joven general–; pero aún no es el momento. Estaría solo».

Ascenso

Antes de llegar al trono (lo que irónicamente sucedió después de que la monarquía fuera derrocada en la revolución), Napoleón fue soldado, quien fue ganando popularidad debido a que lograba las victorias más impactantes, usando estrategias inesperadas para sorprender y destruir a sus enemigos cuando menos lo esperaban.

Gracias a sus estrategias y hábitos, Napoleón llegó a ganar la mayoría de sus batallas, pero su historia tomó un giro inesperado que lo llevó a tener una derrota devastadora en Waterloo y a pasar el resto de sus días en una pequeña isla, donde se encontraba exiliado y si el poder que había tenido en su mejor momento.

Nadie puede ganar por siempre, y en el caso de Napoleón, la derrota se dio, en parte, por un error que le arrebató el poder y la vida que había construido, y el sueño de que sus herederos se sentaran también en el trono.

Napoleón y el error que te puede llevar al fracaso profesional

La arrogancia destruyó a Napoleón

La batalla de Waterloo fue la peor derrota en toda la carrera militar de Napoleón, esta fue la que lo llevó nuevamente al exilio y a pasar el resto de sus días en la Isla de Santa Elena, donde murió a causa de las complicaciones del cáncer de estómago.

La derrota fue sorpresiva, debido a que Napoleón Bonaparte era famoso por sus estrategias y por aprovechar cada recurso y detalle del terreno a su favor, para destruir por completo a cualquiera que se cruzara por su camino, pero sucedió debido a varios factores, que se relacionan con el hecho de que el emperador tomó una postura arrogante y estaba convencido de que no podía perder.

Arrogancia

Debido a su arrogancia, Napoleón sobreestimó las habilidades de sus hombres y no pudo reconocer el poder de sus enemigos británicos y sus aliados, y esto también evitó que tomara mejore decisiones en el campo de batalla.

Napoleón estaba convencido de que iba a ganar, por eso esperó demasiado para lanzar su ataque (usando el mal clima y la lluvia como excusa) y no pudo darse cuenta de que se encontraba en desventaja y necesitaría una mejor estrategia para ganar.

Y sí, este es un error que se puede traducir a un contexto moderno y que puede ser un factor de derrota para cualquier persona en el terreno profesional.

Lo que pasa cuando se es arrogante es que se llega a creer que ya se sabe todo, que no se pueden cometer errores, que no hay que cambiar la manera de hacer las cosas o estar abierto a otras posibilidades o a pedir ayuda. La arrogancia en realidad aumenta el riesgo de cometer errores graves y evita el crecimiento y el desarrollo personal y profesional.

Hay que entender que no es lo mismo confiar en uno mismo y en las habilidades propias que ser arrogante, por eso Bill Gates decía que es un gran error entrar a un lugar pensando que eres el más inteligente o hábil, y que no puedes aprender nada de los demás. La arrogancia te hace pensar que eres invencible y eso lleva a que ignores ciertas debilidades o puntos en los que podrías trabajar para llegar más lejos.

Y como podemos ver en el caso de Napoleón, hasta los hombres más exitosos, brillantes y determinados pueden caer ante su propio complejo de superioridad.

Agencias