“Aunque las posibilidades de un conflicto armado que involucre a Venezuela, Guyana y Estados Unidos son bajas, no pueden ser descartadas por completo”, manifestó el sociólogo Lepoldo Puchi en su acostumbrado artículo de opinión de los domingos.
Después de la celebración del referendo, sin dudas surgirán interrogantes sobre el futuro desarrollo de los acontecimientos relacionados con el Esequibo. Este evento ha tenido lugar como respuesta a dos acciones hostiles de Guyana: las concesiones petroleras en aguas marinas no demarcadas y al desconocimiento del tratado de Ginebra de 1966. Además, esta consulta a la sociedad venezolana ha servido como expresión de la determinación nacional de salvaguardar la integridad territorial.
A estas circunstancias se le suman las actuaciones en el plano militar de Guyana, que amenaza con la instalación de bases militares estadounidenses en el Esequibo. Previamente, Washington y Georgetown ya habían suscrito un convenio que permite a los guardacostas de Estados Unidos patrullar las aguas de Guyana.
CLIMA BÉLICO
De esta forma, se ha gestado un clima bélico que pone en peligro la estabilidad del Caribe, dentro de un contexto global de tensiones en Europa y el Medio Oriente que han perturbado los suministros energéticos. El Esequibo se ha convertido en parte de esa ecuación mundial debido a sus reservas petroleras.
Aunque las posibilidades de un conflicto armado que involucre a Venezuela, Guyana y Estados Unidos son bajas, no pueden ser descartadas por completo. La larga tradición de paz de América del Sur favorece una solución pacífica del conflicto y los enfrentamientos por disputas territoriales rara vez justifican el derramamiento de sangre y la devastación que acompaña a la guerra.
DIPLOMACIA
Como revela la experiencia histórica, la alternativa a la guerra reside en la búsqueda de una solución a través el diálogo y la negociación. Mientras la historia moderna de Europa está marcada por conflictos sangrientos para determinar fronteras, en América del Sur han prevalecido los pactos y la diplomacia.
El Acuerdo de Ginebra fue firmado con la intención de resolver de manera amistosa el conflicto originado por la ocupación de una porción del territorio venezolano por parte del Reino Unido en el siglo XIX.
LA CIJ
A simple vista, recurrir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) podría interpretarse como un medio pacífico de resolver la disputa. Sin embargo, esta interpretación solo sería válida si ambas partes hubieran acordado de manera clara y explícita su intervención. En ausencia de un acuerdo mutuo y del compromiso previo de reconocimiento del fallo de la CIJ, sus decisiones carecerían de efectividad y no resolverían el conflicto. Venezuela no ha otorgado su consentimiento ya que no puede comprometerse a aceptar un veredicto que implique la pérdida del Esequibo.
En lugar de una solución pacífica, la decisión de la CIJ de descartar el camino de las negociaciones crea las condiciones para un futuro conflicto armado. ¿Para qué entonces recurrir a ese mecanismo si no ofrece una solución al problema?
ONU BAJO PRESIÓN
En realidad, la intervención de la CIJ parece obedecer a los intereses de la ExxonMobil, puesto que los ejecutivos de esta corporación han expresado preocupación por los posibles riesgos legales en sus inversiones debido a que se encuentran en un área en disputa.
Ante la percepción de que el Acuerdo de Ginebra podría prolongarse indefinidamente y de que una parte considerable de los bloques licitados podrían quedar bajo la jurisdicción de Venezuela, con quien ExxonMobil había tenido conflictos debido a las nacionalizaciones, la estrategia legal de la corporación se enfocó en recurrir a la CIJ.
Para lograr que el caso fuese remitido a la CIJ, ExxonMobil otorgó 18 millones de dólares a Guyana con la intención de «presionar a las Naciones Unidas». Bajo esta presión, el caso es llevado la CIJ, que admitió el litigio violando sus propios estatutos.
NEGOCIACIÓN
En vista de que la CIJ no ofrece una solución y más bien prolonga el conflicto sin resolverlo, Venezuela ha propuesto reanudar las negociaciones directas entre ambas naciones. Este sería el papel que le correspondería desempeñar a Antonio Guterres como secretario general de la ONU: facilitar acuerdos y promover la conciliación en lugar de avivar el conflicto, como lo ha hecho hasta ahora.
Este rol también pudiera ser asumido por Caricom y el vecino Brasil, que no se benefician en absoluto con la presencia de bases militares del Pentágono en la región. Incluso China, con sus inversiones en juego, y hasta corporaciones como Chevron podrían estar interesadas en un acuerdo entre Guyana y Venezuela, algo que difícilmente se logrará a través de la Corte Internacional de Justicia.
Leopoldo Puchi