La Guardia Suiza: Cinco siglos de lealtad y tradición al servicio del Papa

En estos días de recogimiento tras el fallecimiento del Papa Francisco el pasado lunes 21 de abril, la imponente presencia de la Guardia Suiza en la Basílica de San Pedro es más notoria que nunca. Este singular cuerpo militar, considerado el ejército más pequeño del mundo, custodia con fervor el féretro del pontífice, manteniendo viva una tradición de más de quinientos años dedicada a la protección del líder de la Iglesia Católica y del Vaticano.

Vestir el emblemático uniforme renacentista de la Guardia Suiza no es tarea sencilla. Los requisitos para formar parte de esta histórica institución son estrictos y singulares. Solo hombres de nacionalidad suiza pueden aspirar a esta singular labor. Además de la ciudadanía, los candidatos deben profesar la fe católica, ser solteros, tener una edad comprendida entre los 19 y los 30 años y superar una estatura mínima de 1,74 metros.

La experiencia militar previa es otro requisito indispensable, lo que subraya la naturaleza castrense de este cuerpo de seguridad. Asimismo, se exige a los aspirantes contar con una formación profesional completa o un título de enseñanza secundaria, carecer de antecedentes penales y demostrar una práctica activa de la fe católica.

La vida de un miembro de la Guardia Suiza, más allá de su llamativo uniforme y su solemne labor, implica un compromiso profundo. Con un sueldo que ronda los 1.500 euros, los guardias dedican su día a la seguridad del Papa y del Vaticano, manteniendo una tradición centenaria marcada por la disciplina, la lealtad y el celibato.

Desde su fundación en 1506, la Guardia Suiza ha sido testigo de innumerables momentos históricos dentro de los muros vaticanos. Hoy, continúan siendo un símbolo inconfundible de la dedicación y la protección que rodea al Sumo Pontífice, incluso en estos momentos de transición y recuerdo. Su presencia firme y silenciosa en la Basílica de San Pedro es un testimonio vivo de su compromiso inquebrantable con la Santa Sede.

Carla Martínez / Con información de Catholicus.EU