Cada 14 de enero, la Divina Pastora emprende un recorrido que trasciende lo religioso y se convierte en un fenómeno emocional que envuelve a toda la ciudad de Barquisimeto. La salida de su imagen provoca una mezcla de sentimientos en los habitantes de Santa Rosa, donde se encuentra su santuario. Es por ello que el equipo de Noticias Barquisimeto se propuso indagar en los sentimientos que experimentan los fieles al ver partir a su patrona.
Para muchos, la despedida de la Divina Pastora es un momento agridulce. Freddy Colmenárez lo expresa con claridad: «Sentimos un poco de tristeza porque ella se va de nuestro santuario, de nuestro pueblo«. La imagen de la virgen deja un vacío palpable en la comunidad, un espacio que solo ella puede llenar. Esta tristeza no solo se relaciona con la ausencia física de la imagen, sino también con el sentimiento de separación de algo que forma parte intrínseca de sus vidas. La nostalgia invade los corazones de los fieles, quien tras un año de devoción sienten que su patrona se aleja, aunque sepan que volverá.
A pesar de la tristeza que acompaña su partida, también aflora una profunda alegría. La procesión no solo es un acto de fe, sino una celebración comunitaria en la que personas de diferentes rincones llegan a venerar a la virgen. Por lo que Freddy destaca que «sentimos mucha alegría porque sabemos que ella va a volver». Este conocimiento brinda consuelo a los feligreses, quienes comprenden que la Divina Pastora tiene un propósito mayor al recorrer las calles de Barquisimeto: llevar bendiciones y esperanza a otros. Durante los días de su presencia en la ciudad, la ferviente devoción florece, y cada petición que se eleva en oración se convierte en un hilo que une a la comunidad.
La figura de la Divina Pastora no solo representa una creencia religiosa; se ha convertido en un símbolo de identidad para los habitantes de Santa Rosa. Ivonne Pernalete comparte su experiencia: «Siento tristeza, soledad, nostalgia porque hace mucha falta la virgen». Los tres meses que pasa fuera de su santuario son esenciales para el bienestar espiritual de la comunidad. Durante este tiempo, los fieles no solo anhelan su regreso, sino que también reflexionan sobre la importancia de su figura en sus vidas diarias, creando un lazo emocional profundo entre la virgen y sus devotos.
Aunque la tristeza y la nostalgia son inevitables, la promesa del regreso transforma estos sentimientos en esperanza. Felix Pérez resume esta dualidad: «Todos nos sentimos muy tristes… pero nos conformamos con saber que en unos meses vuelve». La expectativa de su retorno alimenta la fe de los feligreses, quienes asumen la espera como parte integral de su tradición. Esta experiencia colectiva refleja cómo las emociones humanas pueden ser complejas, tejiendo un mosaico de sentimientos que coexisten durante la procesión de la Divina Pastora.
Cada 14 de enero, la procesión de la Divina Pastora no solo representa la devoción de un pueblo, sino que ofrece un espejo a través del cual reflejar los sentimientos encontrados que surgen del amor y la fe. La tristeza por la separación, la alegría de su recorrido, la nostalgia por su ausencia y la esperanza de su regreso son emociones que enriquecen la experiencia de los feligreses.
En Barquisimeto, este viaje espiritual se materializa en cada paso que da la virgen, convirtiendo a cada devoto en un partícipe activo de una tradición que trasciende generaciones. Así, la Divina Pastora no solo camina por las calles, sino que también va dejando una huella imborrable en los corazones de quienes la aman.
Carla Martínez / Noticias Barquisimeto