Papa Francisco reprende al personal del Vaticano por chismear en su mensaje navideño anual

El papa Francisco pidió este sábado 21 de diciembre a los burócratas del Vaticano que dejen de hablar mal unos de otros, al tiempo que utilizó una vez más sus saludos navideños anuales para amonestar las puñaladas por la espalda y los chismes entre sus colaboradores más cercanos.

Un Francisco que acaba de cumplir 88 años, con una voz entrecortada y jadeante, instó a los prelados a hablar bien unos de otros y a realizar un humilde examen de conciencia en las fiestas de Navidad.

“Una comunidad eclesial vive en armonía alegre y fraterna en la medida en que sus miembros caminan en la vida de la humildad, renunciando a pensar mal y a hablar mal de los demás”, afirmó Francisco. “La murmuración es un mal que destruye la vida social, enferma el corazón de las personas y no conduce a nada. El pueblo lo dice muy bien: la murmuración es cero”.

“Tengan cuidado con esto”, añadió.

A estas alturas, el discurso anual de Navidad de Francisco a los sacerdotes, obispos y cardenales que trabajan en la Curia Vaticana se ha convertido en una lección de humildad -y humillación- mientras Francisco ofrece una crítica pública de algunos de los pecados en el lugar de trabajo en la sede de la Iglesia Católica.

En la edición más mordaz, en 2014, Francisco enumeró los “15 males de la Curia”, en los que acusó a los prelados de utilizar sus carreras vaticanas para acaparar poder y riqueza. Los acusó de vivir una doble vida “hipócrita” y de olvidar –debido al “Alzheimer espiritual”– que se supone que deben ser hombres alegres de Dios.

En 2022, Francisco les advirtió que el diablo acecha entre ellos, diciendo que es un “demonio elegante” que trabaja en personas que tienen una forma rígida y santurrona de vivir la fe católica.

Este año, Francisco retomó un tema sobre el que ha advertido a menudo: los chismes y las habladurías a espaldas de las personas. Se refería a la atmósfera a veces tóxica que se respira en entornos cerrados como el Vaticano o en lugares de trabajo donde circulan chismes y críticas de oficina, pero rara vez se ventilan en público.

Francisco siempre ha acogido con agrado los debates francos y abiertos e incluso ha acogido con agrado las críticas a su propio trabajo, pero ha instado a los críticos a que se lo digan a la cara y no a sus espaldas.

Francisco abrió su discurso del sábado con un recordatorio de la devastación de la guerra en Gaza, donde dijo que incluso su patriarca no había podido entrar debido a los bombardeos israelíes.

“Ayer bombardearon a niños. Esto es crueldad, esto no es una guerra”, afirmó.

La cita anual marca el inicio de la apretada agenda navideña de Francisco, que este año se ha vuelto aún más intensa debido al inicio del Año Santo del Vaticano en la víspera de Navidad. Se espera que el Jubileo atraiga a unos 32 millones de peregrinos a Roma en 2025, y Francisco tiene un vertiginoso calendario de eventos para atenderlos.

Después de dirigirse a los prelados del Vaticano, Francisco dirigió un discurso menos crítico a los empleados laicos del Vaticano que se reunieron en el salón principal de audiencias de la ciudad-estado junto con sus familias. Francisco les agradeció por su servicio y los instó a asegurarse de tomarse tiempo para jugar con sus hijos y visitar a sus abuelos.

“Si tenéis algún problema concreto, decídselo a vuestros jefes, queremos solucionarlo”, añadió al final. “Esto se consigue con diálogo, no callándose. Juntos intentaremos resolver las dificultades”.

Se trata de una aparente referencia a los informes sobre el creciente malestar en el seno de la plantilla del Vaticano, denunciados por la Asociación de Empleados Laicos del Vaticano, lo más parecido que tiene el Vaticano a un sindicato. En los últimos meses, la asociación ha expresado su alarma por la salud del sistema de pensiones del Vaticano y los temores de que se produzcan aún más recortes de costes, y ha exigido a los dirigentes del Vaticano que escuchen las preocupaciones de los trabajadores.

A principios de este año, 49 empleados de los Museos Vaticanos —la principal fuente de ingresos de la Santa Sede— presentaron una demanda colectiva ante el tribunal del Vaticano, quejándose de los problemas laborales, las horas extras y las condiciones de trabajo.

A diferencia de Italia, donde existen leyes laborales sólidas que protegen los derechos de los trabajadores, los empleados del Vaticano suelen descubrir que tienen menos recursos legales a su disposición cuando surgen problemas. Sin embargo, los católicos italianos suelen buscar empleo en el Vaticano: además de la sensación de servicio a la Iglesia, el empleo en el Vaticano ofrece beneficios libres de impuestos y acceso a viviendas a precios inferiores al mercado.

Ruben Conde con información de NAD