Su aspecto físico se deteriora al mismo tiempo que su casa se humedece y se llena de polvo y moho. Su estatus social e imagen pública cambian y no puede evitarlo. Sus vecinos lo juzgan y lo señalan como alguien diferente con algún tipo de problema. Se aísla. Deja de hablar con las personas y prefiere pasar el tiempo recogiendo más objetos o en su casa conviviendo con los que ya tiene. No le interesa el mundo exterior, sino aquel que ha creado.
El trastorno por acumulación fue incluido en 2013 en el ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’ (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, un documento aceptado por los profesionales para el diagnóstico de este tipo de desórdenes.
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En la mayoría de los casos, las viviendas están tan llenas de objetos y de basura que los olores nauseabundos, la presencia de roedores y animales, y el polvo se vuelven parte del paisaje. Cada rincón tiene algún elemento recogido. Para movilizarse, el acumulador crea una especie de pasillo entre los tumultos. En ocasiones, hay habitaciones donde ni siquiera entra la luz porque las ventanas están tapadas por tumultos o las puertas no se pueden abrir con facilidad.
Algo que indican los expertos es que, pese al escenario en el que habitan, los acumuladores no se angustian por el sitio. Incluso, son capaces de desarrollar una especie de mapa visual y mental para identificar dónde quedaron guardados sus objetos.
Alfredo Tona / Con Información de El Universal