La tradición del Santo Cristo de La Grita se remonta hacia el año 1610, particularmente el 6 de agosto, y recuerda que el camino a la resurrección pasa por el calvario. Miles de peregrinos contemplan el rostro sereno de Jesús.
La historia empieza el 3 de agosto de 1610, cuando se produjo un terremoto que obligó a los religiosos a huir para salvarse de las réplicas del temblor y las consecuencia.
Uno de los sacerdotes, Fray Francisco, quien era carpintero y tenía otras habilidades de escultor, decidió crear una imagen tallada en tamaño natural de un Cristo crucificado para ofrecerla a Dios por el cese de los terremotos y para consolar a los vecinos asustados.
El cura inició la talla en un madero de cedro y se dedicó a la oración. Comenzó su trabajo de escultor con el apoyo de su comunidad. Aquel franciscano dejó de último el rostro y en él quería expresar el dolor por la crucifixión y los males padecidos, pero que también transmitiera serenidad.
A medida que pasaban los días, el padre no lograba dar con la expresión del rostro sereno de Jesús.
La historia cuenta que el 5 de agosto, Fray Francisco terminó de trabajar y se fue a orar, después a dormir y en la madrugada, escuchó ruidos en su taller, como si alguien estuviera tallando su obra. El se levantó y vio que había luz en la habitación donde trabajaba el madero.
Justo en ese momento el fray presenció el milagro: se encontró un ángel que estaba tallando el rostro de Jesús tal y como él los había pensado y deseado.
Carla Martínez / Con información de Globovision