Desde hace unos 20 años, el sueño de hacer dinero sin mucho esfuerzo, o al menos rápidamente, se ponía al alcance de las manos de todos con una propuesta de inversiones que ofrecía millonarias ganancias para entusiastas de la tecnología.
Las criptomonedas se convirtieron en una tabla de salvación para muchos, especialmente para el golpeado mercado venezolano y, paralelamente, éramos inundados con información y publicidad de inversionistas exitosos.
El primer desembarco de esta tecnología en nuestras costas vino de la mano de iniciativas privadas y cuasi artesanales de minería: pequeños inversionistas que compraban máquinas para minar bitcoins. Luego se masificó en sectores de mayor poder adquisitivo. Así ya era una forma de enriquecimiento y, para muchos, de supervivencia.
Pero la minería de criptoactivos es una actividad que consume ingentes cantidades de recursos, sobre todo eléctricos, y precisamente esa sería una de las causas de los apagones que dejaron al país a oscuras por varios días en 2019. Sin embargo la actividad continuó, sin mayores señalamientos al respecto.
La actividad continuó floreciendo y a finales de 2017 el Estado se involucró en esta nueva fuente de riqueza presentando el Petro, proyecto de criptomoneda que se mostraba como “una alternativa para derrotar el bloqueo”. No obstante terminó convirtiéndose en humo a inicios de 2024, cuando fue oficialmente dado por muerto.
Paralelamente miles pudieron redondear sus ingresos gracias a juegos que permitían participar en el criptomercado al convertir teléfonos celulares y computadoras caseras en equipos que hacían minería, aportando capacidad de cálculo para las millones de transacciones necesarias a cambio de algunas ganancias.
En Venezuela la minería, real o virtual, se había instalado como alternativa contra la pobreza.
Intermediarios entre la riqueza y la frustración
En medio del maremágnum tecnológico aparecieron los intermediarios entre los inversionistas y el producto de la riqueza. Tal como en el mercado de valores existen los corredores de bolsa, en el mundo de las criptodivisas están los “traders”. Profesionales o empresas que compran y venden criptomonedas.
El trading de criptomonedas es una actividad relativamente nueva surgida ante el auge de estas, que brinda conocimientos a cambio de un porcentaje de las ganancias. No todo el mundo tiene los conocimientos técnicos para moverse en ese mercado y un intermediario permite hacer inversiones relativamente seguras. Es una opción para quienes buscan invertir en activos digitales y obtener altos rendimientos.
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Expertos en el engaño
El asunto es que la promesa de enormes ganancias, además de ser una excelente carnada para captar clientes, también es el caldo de cultivo para la proliferación de los estafadores.
Así nos encontramos con historias como la de la búlgara Ruja Ignatova, fundadora de la criptomoneda OneCoin, quien en menos de cuatro años estafó más de cuatro mil millones de dólares.
Y así las estafas con falsas monedas y traders comenzaron a hacer mella en el bolsillo de millones de personas, quienes perdían sus ahorros y sus esperanzas.
Buhardilla de delincuentes locales
Así llegamos a plataformas que se presentan sofisticadas y que se valen de otros sistemas para convencer a la gente, como por ejemplo en el caso de la caída de SolesBot, sistema que se fundamentaba en el boca a boca realizado por personas de una supuesta buena reputación, como pastores de iglesias evangélicas y miembros de esa religión, quienes cayeron en la trampa y embaucaron a otros a su paso.
Similar es el sistema de HyperIA, que estableció como sede de operaciones ciudades del interior, donde ofrecieron ganancias millonarias a cambio de prácticamente nada.
Otra es la supuesta criptomoneda Fight to Fame, impulsada por un actor venezolano que vivió en Argentina.
Protegerse del esquema Ponzi o estafas piramidales
Luis Izquiel, abogado criminólogo y profesor universitario, señala que el esquema Ponzi, o de estafas piramidales, se basa en ofrecer altas tasas de interés de ganancias, generalmente divisas y últimamente con oferta de criptomonedas.
“La estafa se vuelve insostenible cuando no entran nuevos capitales o cuando muchas personas quieren simultáneamente retirar su dinero, y es cuando el estafador desaparece con el dinero”, explica.
Agrega que para evitar este tipo de estafas, lo primero es sospechar cuando ofrecen tasas de interés de 10% mensual o superiores. Además es necesario investigar a quienes hacen esas propuestas, “por lo general los estafadores no tienen trayectoria en el mundo financiero. Aparecen de la nada y montan negocios que ofrecen intereses increíbles. Eso sería otro dato a tener en cuenta”.
Las estafas Ponzi o piramidales están contempladas en el Código Penal bajo la figura del delito de estafa continuada, “pero tienen una pena relativamente baja, que ronda los seis años de prisión”.
Por ello estos delitos quedan regularmente impunes: A la baja pena se suma el hecho de que generalmente el estafador piramidal queda con un capital suficiente para corromper funcionarios del sistema de justicia y salir sin mayores daños.
“Yo creo que es necesario hacer reformas en este sentido y castigar con mayor fuerza las estafas piramidales que afectan a un sin número de víctimas”, concluye.
Zuleydy Márquez con información de El Universal